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Como Hermanas de la Providencia, damos un rostro humano a la Providencia y testimoniamos el amor de Dios. Lo hacemos comprometiéndonos compasivamente con las personas pobres y vulnerables: aquellos cuyas necesidades básicas no están cubiertas, las víctimas de la injusticia, los rechazados, los marginados y los que no tienen voz.

Conviértete en un puente de la Providencia entre Dios y el pueblo de Dios.

Si te sientes llamado a la vida religiosa, podemos ayudarte a explorar tus opciones y guiarte en el proceso de discernimiento.

Qué hacemos

Todos formamos parte de un gran todo: la sacralidad y la interconexión de nuestro Dios providente, nuestros vecinos y la Tierra. Lo que hacemos por uno, lo hacemos por el otro.