Las Hermanas de la Providencia son una congregación apostólica de mujeres llamadas a responder a las necesidades contemporáneas del pueblo de Dios, especialmente de los pobres y vulnerables. Nuestra vida religiosa se define por el ministerio, la comunidad y la espiritualidad.
Retos en el ministerio

Una mujer providente es un signo visible de la providencia de Dios cuando acepta el reto de marcar la diferencia en el mundo. Fieles a nuestros principios fundacionales, ponemos nuestra fe en Dios y perseguimos activamente una sociedad más justa y compasiva.
Compartimos los dones y talentos que Dios nos ha dado a través de diversos ministerios que incluyen la atención sanitaria, la educación, los servicios humanos, la justicia social y ecológica, el ministerio parroquial y la atención pastoral. Atendemos a los más necesitados en Estados Unidos, Canadá, El Salvador, Filipinas, Chile, Haití y Egipto.
Apoyo en la comunidad

Las Hermanas de la Providencia son una comunidad intercultural, internacional, intergeneracional e interdependiente. Vivimos y trabajamos juntos, enriqueciéndonos mutuamente, reforzando nuestro servicio a los demás y dando testimonio de los valores evangélicos.
La vida ha cambiado desde los días en que una nueva hermana entraba en un convento. Pero la comunidad sigue siendo una parte importante de la vida de una hermana, ya que proporciona apoyo y oportunidades de crecimiento personal. En un espíritu de unidad, compartimos, nos entregamos, rezamos juntas, trabajamos en colaboración y desarrollamos un profundo amor fraternal.
Alimentados por la espiritualidad

La espiritualidad Providencia está a nuestro alrededor y en todo lo que hacemos: la forma en que ayudamos a los demás, cómo los demás nos llegan al corazón, la compasión que sentimos unos por otros y ver a Cristo en las personas a las que servimos. Enciende nuestra compasión y nos impulsa a acercarnos a Dios en el servicio a los que nos rodean, como le ocurrió a nuestra fundadora, la Madre Emilia Gamelin.
Nuestra relación con Dios está en el centro de nuestra experiencia. Como Hermanas de la Providencia, buscamos una relación más profunda con Dios, entre nosotras y con la Tierra en la que servimos. La oración, la fe compartida y la confianza en la providencia de Dios alimentan nuestro crecimiento y avivan la llama para cumplir nuestra misión.
«Lo que concierne a los pobres es siempre asunto nuestro».
Madre José del Sagrado Corazón