
Mi vida ha sido una maravillosa viaje, lleno de muchas experiencias diferentes.
Era la menor de tres hermanos y crecí en las afueras de Minneapolis, Minnesota. En la escuela primaria empecé a tocar el acordeón; mi sueño era convertirme en músico profesional. Ese sueño se hizo realidad cuando, a los 16 años, empecé a dedicarme profesionalmente al entretenimiento.
Al graduarme viajé con un espectáculo que actuó por Minnesota, Iowa, Kansas y Oklahoma. Tras dos años viajando, me doy cuenta de que esa no era la vida que quería. Me matriculé en una escuela de negocios, lo que me llevó a una carrera bancaria que pensé que sería la carrera de mi vida.
Empecé a hacer voluntariado en el hogar del Buen Pastor de St. Paul, Minnesota. A los 27 años, ingresé en las Hermanas del Buen Pastor.
Durante mi estancia en Denver me licencié en Administración de Empresas en el Regis College. Fue una época de grandes cambios: en la iglesia, en la comunidad y en mí. La agitación en la Iglesia y en la comunidad me llamó a discernir realmente dónde y cómo estaba llamada a vivir mi vida consagrada.
Fue entonces cuando hice mi primer retiro de 30 días. Comenzó el proceso de discernimiento que llevó a mi traslado a las Hermanas de la Providencia.
Comencé a trabajar en el ministerio parroquial cuando era Hermana del Buen Pastor y continué después de mi traslado.
Acepté el puesto de consultor para la Oficina de Educación Religiosa de la Archidiócesis de Los Ángeles. Al permanecer en la archidiócesis, acepté el cargo de director asociado para el diaconado permanente.
Después de cinco años en el diaconado, estaba listo para un año sabático. Pasé tres meses maravillosos y enriquecedores en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de San Bueno, en el norte de Gales. Incluía un retiro de 30 días. A partir de este retiro sentí un fuerte deseo de dedicarme a tiempo completo a la dirección espiritual y al trabajo en retiros. Me convertí en director del programa del Centro de Desarrollo Espiritual de Orange, California.
El ministerio de la dirección espiritual y los retiros ha sido el más feliz y satisfactorio de mi vida. Acompañar a la gente en su camino con Dios ha sido un privilegio.
En 2009 tomé la decisión de trasladarme a la residencia de Caritas Court en Seattle. Fue una buena decisión y, creo, en el momento adecuado de mi vida. Sigo haciendo dirección espiritual y me siento privilegiada de poder dar retiros a las hermanas de la Residencia San José de Seattle.
He sido bendecida con una vida rica, buenos amigos y una gran variedad de experiencias. Confío el futuro al mismo Dios providente que me ha acompañado durante todos estos años.