La devoción a Nuestra Madre de los Dolores es una de las tradiciones que definen a las Hermanas de la Providencia, nacida del dolor experimentado por Emilia Gamelin tras la muerte de su marido y sus tres hijos pequeños. Tras sus trágicas pérdidas, Emilia Gamelin recibió de su consejero espiritual la imagen de Nuestra Madre de los Dolores y en ella encontró alivio a su duelo. «…cada día la invocaba en un acto de especial devoción. Le pedía valor… mi corazón estaba atravesado por una espada dolorosa y sólo encontraba consuelo meditando en sus penas», escribió la Madre Gamelin en 1850.
Emilia resistió a la tentación de la autocompasión; optó, en cambio, por unir sus penas a las de Jesús. Se nutrió de su devoción a Nuestra Madre de los Dolores para encontrar la fuerza necesaria para trabajar por aliviar todo tipo de miserias humanas. Aquí es donde el carisma de las Hermanas de la Providencia toma su fuente: en «la manifestación de los misterios de la Providencia de Dios y de Nuestra Madre de los Dolores en el amor compasivo y la solidaridad profética creativa con los pobres».
El hábito tradicional de las Hermanas de la Providencia incluía recuerdos de Nuestra Madre de los Dolores a través de una imagen en la cruz pectoral y las cuentas de los Siete Dolores que llevaban a su lado.