Una reflexión sobre la llamada a la vocación

Hermana Marie-Thérèse Gnamazo haciendo sus primeros votos como Hermana de la Providencia en 2019.

Por Marie-Thérèse Gnamazo, SP

Hoy, como en tiempos de los apóstoles, se sigue escuchando la llamada de Dios. Si el Señor sigue llamando a hombres y mujeres a su servicio, está claro que una pandemia no puede frenar ni desviar las vocaciones.

Como todos sabemos, la vocación religiosa es un intercambio de amor, un compartir el amor con Dios mismo. Este Dios que llama y envía es el único iniciador de la elección y de la misión. Además, no debemos olvidar que las vocaciones religiosas son una esperanza para el futuro de la Iglesia.

Para mí, la belleza de mi vida consagrada es haber encontrado testigos de Cristo vivo, y luego haber encontrado a Cristo mismo en los pobres a los que sirvo y dejarme amar por él. Estoy muy contenta de vivir mi vida consagrada en la familia de las Hermanas de la Providencia, donde vivimos nuestra vida internacional y donde cada una de nosotras es muy diferente. Para mí, la mayor alegría es ver nacer otras vocaciones, es decir, una vocación que genera otras vocaciones. Debemos mirar al pasado de nuestra comunidad con gratitud a través de la vida y la misión de nuestras hermanas mayores, que nos permiten vivir el presente con pasión para abrazar el futuro con confianza y esperanza.

Estamos entrando en el tercer milenio, donde todo está cambiando globalmente y nada volverá a ser igual. La pregunta y el reto es cómo podemos utilizar los nuevos medios de comunicación para atraer a las jóvenes a nuestra congregación.

Sabemos que nuestros hermosos testimonios podrán edificar a muchas jóvenes en busca de seguir a Cristo y convertirse en sus testigos en busca de la presencia de Dios. Realmente veo que nuestra congregación siempre será productiva en vocaciones y sigamos rezando para que el Señor nos envíe más obreros a su Viña.

Más información sobre las vocaciones de las Hermanas de la Providencia aquí.